Ancón inseguro: peritos sin pistas y vecinos ofrecen detectives por kilo

En Ancón, peritos aún no aclaran la causa de una muerte con signos de violencia; vecinos protestan por la inseguridad y la 'patrulla fantasma' y alarmas falsas.

Ancón inseguro: peritos sin pistas y vecinos ofrecen detectives por kilo

Ancón al estilo telenovela: peritos en pausa y vecinos en vilo

En el barrio costero donde uno va a respirar brisa y sale con historias policiales dignas de horario estelar, los peritos de criminalística aún no se ponen de acuerdo sobre la causa de una muerte que, según los curiosos del barrio, "tenía más signos de violencia que el final de temporada de cualquier drama". Mientras tanto, los vecinos pasan del susto a la producción propia de vigilancia: hay quien ya organiza turnos, quien ofrece cámaras caseras y quien propone armar un grupo de WhatsApp que funcione mejor que la comisaría local.

La escena es casi poética: cinta amarilla, un par de conos que nadie recuerda haber puesto, y el clásico desfile de autoridades que parecen competir en lentitud procedimental. Los peritos, dicen las malas lenguas, no han podido determinar la causa porque primero tienen que encontrar el formulario correcto, después esperar al sello, luego la fotocopia del sello y, por último, el espíritu del informe que viaja en taxi.

Vecinos de Ancón, expertos en resiliencia y en teorías improvisadas, protestan por la falta de seguridad como si fuera un servicio público más: "Antes nos vendían ceviche, ahora nos venden miedo", comenta una señora que bien podría montar un tour de misterio si la municipalidad no le cobra la patente. Entre un reclamo serio y otro, aparece la inevitable solución comunitaria: patrullas hechas de sillas de playa, vigilantes voluntarios con linternas de mano y el temido dron del tío Jorge que al parecer solo graba la siesta.

No faltan los antecedentes: la misma zona que sirvió de escenario para otros delitos hoy es escenario de debates ciudadanos, memes locales y la clásica frase de consuelo que nadie pidió: "no es que Ancón sea inseguro, es que Ancón es emocionante". La ironía alcanza cotas olímpicas cuando se conocen las cifras no oficiales: más que estadísticas, son pronósticos de feria.

Las autoridades prometen acciones —esa contraseña mágica que suena en cada rueda de prensa— y estudios que se redactarán con cuidado, siempre y cuando no se termine el café institucional. Mientras tanto, los vecinos siguen alertando, indignados y algo creativos: se han difundido mapas con puntos 'peligrosos' marcados con stickers de colores y un listado de las mejores rutas para caminar si se tiene prisa o se quiere evitar la trama de una película negra.

Cita testimonial (o al menos eso se dijo en la esquina): "Aquí la seguridad la hacemos nosotros: tres humildes patrullas de 1:00 a 3:00 p.m., horario libre para tropiezos y chismes", declara Doña Rosa, presidenta honoraria del comité de vigilancia imaginaria.

Estadística absurda pero convincente: según el Instituto Nacional de Medidas Ridículas, el 73% de las alarmas en Ancón son sonoras; el restante 27% son miradas intensas desde el balconcillo.

Conclusión (versión satírica): mientras los peritos sigan en modo 'investigación lenta' y la burocracia se tome sus siestas, Ancón seguirá siendo el lugar donde se mezclan olor a mar, drama policial y una comunidad que, entre sustos y soluciones caseras, se rehúsa a perder el sentido del humor. O al menos a cobrar entrada por la próxima función.

Publicado en: 17 de noviembre de 2025, 10:30

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