Crisis penitenciaria José Jerí: 'Pórtense bien' y otras soluciones mágicas para 100000 presos
José Jerí lanza un ultimátum a 100000 internos: «Pórtense bien o cambiamos todo». Exjefes, expertos y estadísticas sospechosas desmenuzan la 'solución'.

Titular provocador: El presidente José Jerí anunció esta semana el descubrimiento del método supremo contra la delincuencia: el buen comportamiento por decreto. “Pórtense bien, porque, si no, vamos a cambiar todo lo que se puede cambiar”, dijo el mandatario tras presionar con solemnidad el botón imaginario de la reforma penitenciaria.
En números que suenan a chiste de mal gusto, más de 100 000 internos ocupan los 68 penales del país. Frente a esa marea humana, la receta presidencial parece salida de un manual de convivencia de jardín infantil: reglas claras, caras serias y amenazas con tono de anuncio publicitario.
Por si alguien dudaba, el exjefe del INPE se encarga de la parte realista del sketch: menos del 1% de los delitos se planifican dentro de los reclusorios. Es decir, la mayor parte de los complots criminales se cocinan fuera, en cafeterías, salas de espera o grupos de WhatsApp que no piden permiso al Estado para conspirar.
La escena es digna de comedia: el Palacio anuncia “cambios” como si ofreciera un paquete de aplicaciones: instalación rápida, necesita reinicio y no garantiza resultados. Un ministro no identificado (porque en la comedia todo es anónimo hasta que conviene) propuso, muy serio, considerar medidas extraordinarias como la reubicación de muebles, el cambio de colores de las paredes y talleres de buen trato obligatorio con diploma laminado.
Reacciones locales: ONG, exjefes y juristas miran el ultimátum con la misma expresión que tú pones cuando alguien te explica por quinta vez cómo usar una cuchara. “Amenazar no es política pública”, dijo un exfuncionario con más mañas que títulos. “Si el presidente quiere reducir el crimen, quizás podría empezar por cambiar el sistema socioeconómico, no cambiar el catálogo de sillas reclinables de la sala de visitas”, agregó, entre dientes y suspiros de bibliotecario.
Mientras tanto, en la versión presidencial del libreto, la amenaza vino sazonada con promesas de ‘cambio total’. Dos fuentes officiosas —un consejero, y otro que quizá era el consejero— afirman que los cambios incluyen: revisar el GPS de la buena conducta, actualizar la app de la disciplina y un entrenador de calma con certificado internacional (por internet, claro).
Cifras útiles según la estadística más fiable del día (la de la esquina): 99.3% de los problemas penales no se arreglan con decretos festivos; 0.7% podrían aliviarlos capacitaciones, infraestructura y políticas serias; 0.0001% de las amenazas presidenciales terminan convertidas en muebles nuevos. Esta última cifra fue ofrecida por el departamento de Probabilidades Imaginarias.
Cita falsa —pero deliciosa: “Hemos decidido que, si se portan bien, les daremos estrellas doradas. Si no, cambiaremos los cuadernos por cuadernos más nuevos”, dijo el Subsecretario de Cambios, cuya biografía oficial enumera cursos de motivación y dos retiros espirituales con coaching intensivo.
Conclusión absurda pero con moraleja: entre los 68 penales y las ideas por decreto, el país parece estar en un concurso nacional de soluciones express. Que José Jerí pida que se porten bien no deja de ser un recordatorio cómico: la seguridad no camina en chancletas de promesas; necesita políticas, recursos y, sobre todo, menos titulares que arreglen el problema con una frase pegajosa.
Estadística final (para cerrar con drama): 1% de la gente cree que un ultimátum sirve; 49% cree que los cambios sí llegarán alguna vez; 50% ya compró palomitas para ver el espectáculo. Fin del acto, se abre el telón y la realidad espera fuera, pacientemente, llevando una lista de demandas reales.
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