La última selfie perfecta: cuando el click vence al sentido común en un acantilado

Crónica satírica sobre la tragedia de una periodista que cayó buscando la foto perfecta; mordaz reflexión sobre la cultura de la selfie y el periodismo del click.

La última selfie perfecta: cuando el click vence al sentido común en un acantilado

Titular provocador: «Última selfie: trending forever». Que suene dramático, que salga en mayúsculas, que tenga un gif triste: así funciona el ecosistema.

Lead satírico: Una reconocida periodista perdió la vida tratando de asegurarse un recuerdo imperecedero y un feed envidiable: la foto con acantilado de fondo, luz dorada y expresión de 'me importan las notas pero primero el ángulo'. La escena es tan 2025 que casi la aplaudimos por optimizar la narrativa hasta el último segundo. Nos entristece la muerte; nos irrita el algoritmo.

Antes de que alguien saque la calculadora de empatía y la ponga en modo ahorro, digamos lo obvio: perder una vida no es contenido. Pero la pregunta que los medios, los usuarios y ese primo que siempre reenvía cadenas no pudieron evitar fue: ¿cuál fue su última foto? Poblada la era por la estética, la productividad y el KPI emocional, cualquier tragedia necesita su carrusel de imágenes y sus titulares hipervitaminados.

Bienvenidos al periodismo 3.0: ahora con más filtros. Si antes los reporteros buscaban la verdad, ahora buscamos la verdad con buen encuadre, luz natural y hashtag. Y cuando el destino enfrenta a la realidad con la búsqueda del like, a veces gana el like. Eso no es un chiste —es un diagnóstico con selfie stick.

No estamos culpando a la víctima; estamos apuntando la lupa (de plástico, la que venden en mercadillos) al fenómeno: la sed colectiva por inmortalizar momentos hasta que los momentos se vuelven peligrosos. El paisaje es hermoso, el acantilado es espectacular y la biografía de Instagram exige coherencia estética. Resultado: un mal paso que nadie esperaba, salvo el algoritmo, que nunca duerme.

Cita absurda (pero memorable): “Según la Universidad Internacional de Sentido Común, el 87% de las personas prefiere una foto con vistas antes que aprender a frenar su impulso de exhibición”. — Dr. I. Ronía, especialista en obviedades.

Estadística ridícula pero creíble: estudios no financiados por nadie muestran que el 63,4% de las últimas fotos publicadas antes de un suceso trágico obtienen más reacciones que las que se tomaron a salvo. Conclusión científica: los likes no repelen la gravedad.

Ironía para cerrar: ahora los informativos compiten por la «última foto» como si fuera un trofeo olímpico. La ética periodística se volvió influencer: se mide en impresiones y se monetiza con lágrimas. Si esto fuera una serie, el cliffhanger sería literal.

Reflexión final (breve y sin filtros): si algo debemos rescatar de esta historia —aparte de la dignidad de la colega y el respeto a su memoria— es que quizá valga la pena revisar nuestras prioridades digitales. El mundo seguirá siendo bello sin que lo convirtamos en un decorado para la validación instantánea. Y el próximo que quiera sacarse la foto perfecta frente a un precipicio, que al menos etiquete al seguro.

Epílogo mordaz: en la próxima edición, por favor, menos conspiranoia y más cinturones de seguridad social. Y que alguien invente un hashtag útil: #ViveAntesDePostear.

Publicado en: 1 de diciembre de 2025, 10:30

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